Luján: un día y un regalo muy especial


Más allá de los días que pase por Argentina, nunca falta la visita al Santuario de la Virgen de Luján. Me une una larga historia que viene del hecho de haber nacido el día de su fiesta y a su constante presencia en la vida de nuestra iglesia en Argentina. 

Cuando conocí a los Misioneros de la Consolata (en los años '70) fuimos un sábado por la mañana a Luján con P. Oscar Goapper, nuestro director vocacional (y más tarde formador). Fueron también los años cuando comenzaba la peregrinación diocesana a Luján en el mes de octubre y nuestro grupo juvenil misionero participó varias veces. 

Habría una larga lista de recuerdos. Sin duda se agregará también este último.

Llegando a Luján vi cientos de chicos y jóvenes que se acercaban a la Basílica. Sin duda era la peregrinación de una escuela. Lo que no imaginaba era que fuera justamente la de "Nuestra Señora de las Nieves" en cuya parroquia dábamos una mano junto a P. Manolo García durante las vacaciones de su párroco celebrando las misas, bautismos y matrimonios. 

Aunque me ofrecieron presidir la celebración de la misa con ellos, no quise alterar los planes que tenían y concelebré junto a los sacerdotes del colegio y la parroquia. Como se ve en la foto, la basílica estaba repleta de chicos y jóvenes y el espíritu era de gran fiesta. 

Antes de la bendición final P. Adolfo (que presidía la misa) me pidió que les dijera unas palabras y les contara algo de nuestra vida en Swazilandia. Así que aprendieron a saludar con nuestro "Sanibonani!", algunos nombres en Swazi y la dura realidad de los huérfanos fruto del Sida que ha afectado nuestro país profundamente. El compartir nos comprometió a rezar unos por otros. 

"Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza"

Al final de la misa, uno de los sacerdotes del santuario, sabiendo que nací el día de la Virgen de Luján me trajo un regalo muy especial: una foto en tamaño A4 del rostro de la Virgen. Una hermosa imagen que muy pronto estará en Manzini (Swazilandia) donde resido. 

Detrás, las palabras que se encuentran debajo de la foto: "Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza"

El santuario conserva un constante movimiento de gente que de todas partes del país y de muchos países de nuestro continente se acercan a presentar pedidos y acción de gracias. Sin siquiera preguntar uno como que puede tocar con la mano lo que cada uno trae en el corazón. 

Los sacerdotes del santuario reciben a cada uno, están siempre disponibles a escuchar, a celebrar el sacramento de la reconciliación, a dar la bendición a los que lo piden... y así todos se sienten en casa.